Ojalá...
Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan
Pues a ver cuando me haceis una visita, tú y tu novio, para que os dé el visto bueno...
Lisboa es rara, Javier. Es una ciudad de la que tengo recuerdos de cosas que no he vivido. Pero eso me hace ir despacito, más tranquila, con dos dedos, torpe, pero acertando las letras que quiero dar.
Estoy tranquila, por fin. Al menos ya no siento que me muero por dentro. Eso es bueno, ¿no? Y tengo ganas, pequeñas, pero ganas de empezar otra vez. Y olvidarme de que esta, y cualquier ciudad, a veces, está tan triste como yo. Y notar que estoy cambiando, aunque sólo sea un poco. Bueno, si es mucho, mejor.
¿Has visto que egoístas nos volvemos cuando estamos solos? Espero que tu novio el médico tenga cura para el egoísmo. ¿Tú crees que nos enamoramos sólo para no estar solos? Yo creo que me he enamorado de un chico. Bueno, de sus cogote. Me encanta el cogote de un conductor de tranvía que no conozco.
Espero que lo que tienes ahora sea lo que siempre soñaste tener. ¿Dónde irán los sueños cuando no los conseguimos? Porque a algún sitio tendrán que ir. Aunque creo que al final, los sueños no son más que una excusa, pero una excusa muy gorda. Son la excusa para vivir. Por eso a veces también se convierten en la mirada nostálgica de lo que nunca fuimos.
¡Qué putada, Javier! Asumir que nunca serás lo que siempre deseaste. Ni esperarlo siquiera, ¡joder!
Deseo, deseo, deseo, deseo… Quiero con todas mis fuerzas ser feliz. Y con eso hacer un poquito felices también a los que me rodean. Eso es lo que siempre quise.
¡Ay, qué bien! ¡Qué bien Lisboa, Javier! Beso.
Piedras
No sé por qué no me sale hacer balance del año el 31 de diciembre. Siempre lo hago en otoño. Será que aún me muevo en el año escolar, cuando el principio era comprar nuevos libros, nuevos cuadernos, lápices de colores, y prometerme que esta vez sí, iba a estudiar de verdad. He crecido y ya no hay colegio, ni instituto, ni universidad, y septiembre no implica tener nuevos compañeros, sino que los antiguos regresen de lugares a los que fueron a olvidar durante quince días que la contabilidad nunca cuadra.
Estos doce meses han tenido momentos tan amargos que prefiero no volver la vista demasiado atrás. Pero somos héroes y venceremos. De este año me quedo con mi gente, lo más importante de mi vida.
No están en este vídeo todos los que son, a los que faltais ya me encargo de deciros en persona lo mucho que os necesito.
Me rodea gente sin nombre, trajes sin cuerpo, voces que no dicen nada en este jueves disfrazado de sábado en el que las personas echan a andar y todos los caminos llevan al mismo rincón del Retiro. Te espero aquí aunque sé que estás tan lejos que extiendo la mano y casi te toco. El matiz se encuentra en el casi. Putos matices.
Es otoño y yo no me había dado cuenta. De repente noto los ocres, el tono rojizo de algún árbol conocido. Y me percato de que estoy escribiendo. No hay duda, es otoño, y yo nostalgio, él nostalgia y no sé si lo hace pensando en mí. Vuelvo a mí poco a poco. Madrid está lleno de sueños, inquieto, y yo me canso de estar parada y mirando al suelo. Me golpeo la cara con fuerza y reacciono: ¿qué le pides a la vida?
Y salgo a la calle con dos amigos, a tomar unas cañas. Porque en realidad, lo que pido es muy poco. O muchísimo, según se mire.