Oigo risas a lo lejos
que amortiguan la caída.
Son las mismas
que, en mi huida,
me hicieron mirar atrás.
Al otro lado del espejo,
donde al fin la vida es vida,
nunca jamás se me olvida
que tuve con quién llorar. A medida que pasa el tiempo los problemas van creciendo. O quizá sea solamente que el vaso, ya repleto, rebosa más fácilmente. Lo cierto es que la vida sería mucho más dura sin los hombros en los que me apoyo.
Los anteriores versos los escribí en el 2001. Para
A.,
G.,
Ch., que me socorrieron cuando necesitaba un salvavidas. Que ahí siguen. Ofreciéndome cobijo cuando llueve y risas cuando hace sol.
Afortunadamente, se van sumando motivos para estar viva. Algunos, desde hace tanto que ya ni me acuerdo.
Si.,
Cr.,
E., L., H. Otros, desde hace tan poco que asusta el cariño.
C.,
Aq.,
M.,
V. Hay algunos que vienen y van, como las olas de mi Cantábrico.
M.,
R. Pero lo importante es que siempre vuelven.
Hay otros que se han ido, y algunos que se van.
I. se fue como la crónica de una muerte anunciada, avisando, voluntariamente, oye, que soy ave de paso, sé que te convertirás en una gran mujer, pero no me quedaré para verlo, lo siento, he nacido para estar solo.
S. se fue poco a poco, veladamente, con la anestesia del tiempo y la indiferencia de los días, y yo le ayudé a irse, eh, tú, hoy estoy menos que ayer pero más que mañana, vete acostumbrándote, me voy apagando en cómodos plazos, como una canción de amor sonando en un cassette al que le fallan las pilas, pero cuando llegue el final habré faltado tanto que ya no dolerá, no te preocupes.
M.J. eligió escapar en el peor de los momentos, porque halló un día nublado cuando quería ir a la playa, así que se fue siendo invitada a irse, porque yo soy mis días buenos y malos, y aunque procuro que los primeros sean más que los segundos, espero que no me cierren la puerta cuando afuera llueve a cántaros y hace frío.
J.J. se está yendo, aún vislumbro su silueta, muerte súbita, doble salto mortal en el trampolín, y ¡zas! como el truco de magia del que le hablaba en aquel correo que dice que no escuchó, ahora estoy, y en cuando te despistas, he desaparecido, haces un abanico con los cinco dedos y te das cuentas de que lo que tú creías blanco en un abrir y cerrar de boca se ha convertido en negro, un as de corazones resulta un tres (al menos) de picas, y el deseo se transforma en el dolor de desear que se quede por lo que fue, y el dolor de desear que se vaya también por lo que fue.
A todos, a los que ya estaban, a los que llegaron, a los que se han ido y a los que se van, os deseo que las cosas os vayan bien este año. La vida es una caja de bombones, ¿no, Forrest? A mí me gustan los que llevan una avellana dentro. Pero si no toca, no toca. Nunca sabes qué te vas a encontrar. En eso consiste el juego.