miércoles, enero 31, 2007

Glup



Hay ocasiones en que las palabras parecen mucho más bellas recitadas que leídas.

En esta ocasión, yo sueno mucho peor de lo que se lee a Glup.

Aún así, quería recitarle, porque echa en falta mi acento, por mis idas y venidas, por mis cambios de estación, migraciones elípticas, regresos a casa, ser y no ser, esa es la cuestión.

Guapo.

domingo, enero 28, 2007

De magia, vuelos y cine


Siempre me han gustado los trucos de magia. Una mano, un chasquido dededos, y que aparezca una bola de colores de entre mi pelo. Una chistera y una varita. Una mirada y sentirme la persona más importante del universo. Y volar. Cómo no, volar. Eso sí que es magia. Cruzar el aire de puntillas. Más difícil todavía, doble salto mortal, hacer que vuelen. Que alguien desprovisto de todo movimiento se alce tres palmos del suelo. Un empujoncito y casi poder sentir el batir de alas entre mis manos. El comienzo de un viaje por aire. Es mágico. Abracadabra y haceis desaparecer mil personas en un concierto, os sentís solos entre la gente, os elevais poco a poco.

El cine siempre me ha parecido cosa de magia. Luces, cámara y acción, soy parisina cuando veo Amelie, y siento mío el diálogo de una puta que se cree princesa cuando dice que añora que la vayan a buscar a la salida del trabajo. Lloro si alguien me dice que aprenderá a nadar por mí. Pura magia el hacer míos sentimientos ajenos.

Hace poco intenté regalarle a alguien un praxinoscopio. Un regalo a caballo entre un truco de ilusionista y la maravilla del cine. Imágenes en movimiento. Hacer soñar apenas con un pequeño impulso. Un leve giro de muñeca y, de un borrón de tinta, hago un hombre que se emborracha por desamor, un caballo desbocado, una paloma que vuela. Fácil, ¿no?

Con las personas, es distinto. O sale o no sale. Alzas las alas, giras la rueda y, o vuelas o no vuelas. No es cuestión de intento o práctica, no hay truco, no es mejor si ensayas más, si repites el dibujo, si eres más rápido escondiendo la carta. Por eso creo que me ha tocado la mejor parte, la de querer, la de que me quemen las yemas de los dedos, la de sentir algo que empieza. No es amor, claro, el amor llega después, con los cafés a medias y el tiempo que no hemos dedicado.

No entregué mi regalo. Me equivoqué tanto que esa persona ya, muy lejos de volar a mi lado, ni siquiera camina cerca de mí.

Casi la totalidad de estas palabras fueron escritas antes de que se fuera. Es un texto rediseñado. La corrección más terrible quizás resida en la frase final. “Fue bonito, me ha gustado, me volvería a equivocar otra vez”. Ahora no pienso así.

Y hoy… hoy vuelo en bandada, dibujando formas en el aire, adelantándome en solitario unas veces, esperando al resto otras. Y me gusta.

Sigo creyendo en la magia, en mi capacidad de volar, en las historias de cine. Sé que en algún chasquido de dedos, aparecerá la bola blanca. Sólo hace falta recordar las palabras mágicas.
P.d. Aunque no sea una de las favoritas en la noche de los Goya me quedo con Azul oscuro casi negro.

sábado, enero 20, 2007

Maria Jesús

Siempre me dice que le debo un texto. Y yo nunca pago mi deuda. Porque lo que ella no sabe (o sí) es que le debo mucho, muchísimo más que eso, y me parece poco pagárselo así, con unas cuantas palabras al aire, con un dibujo trazado con letras, una detrás de la otra siguiendo el camino de baldosas amarillas.

Siempre me dice que le debo un texto. Y yo a veces enciendo el ordenador y me digo: hoy sí, hoy voy a escribírselo, y comienzo poniendo su nombre en una esquina de la página de Word, en grande, Times New Roman 16, con negrita, y me prometo exprimir a fondo mi imaginación para plasmar en la pantalla a base de caracteres cómo sonríe ella con esa maravillosa boca que tiene, sus frases transparentes, claras, sus manos francas, cómo abraza, el brillo de sus ojos cuando habla de él, de sus padres, de su casa, de su gente, de Cue, de todo lo que siente que es como una explosión de color.

Siempre me dice que le debo un texto. Y yo lo intento. Rebusco en mis bolsillos, debajo de los cojines del sofá, entre la ropa que hay tirada en el suelo de mi cuarto, en la vieja caja precintada del pasillo, entre las fotos de París y las postales de Roma, abro los viejos libros que llenábamos de citas en el instituto, recuerdo las flores hechas con cartulinas, le quito el polvo a las noches de botellón detrás de El Nudos, en Tieves, El Ñeru, disecciono el beso de tornillo que me dio (que nos dimos) en El Brezzo, leo cartas y libros que me recuerdan a ella. Pero no logro hallar las palabras para expresar lo que es, el fuego siempre encendido, una casa dentro de casa, algo inmutable en mi vida.

Así que se lo sigo debiendo. Esto no es el pago de mi deuda. Sólo es una promesa de saldarla.

TE QUIERO. Felicidades. Me hubiera gustado estar contigo hoy.

jueves, enero 11, 2007

Portadas

La de Cancún se desnuda y España se escandaliza. Semos así. Nos siguen asustando las tetas cuando nos dicen que son tetas. Luego podemos tragarnos anuncios de publicidad con innecesarias y superfluas imágenes de cuerpos desnudos para vendernos un yogurt. Pero es que eso son pechos y la de Cancún es una fresca. Por cobrar, supongo, porque estoy segura de que en Cancún hacía exactamente lo mismo. Enseñar las tetas, claro. Pero en la playa, y gratis. Así que el límite entre la naturalidad y la desvergüenza son unos 30.000 Euros.

Dolores tiene una manera de agarrarse las rodillas que me encanta. Es bella , concejal del PP en Lepe y posa de esta guisa en una revista local. Dice que le fascina correr, que cualquier día comenzará a hacerlo y no parará. No enseña las tetas, pero admite que las tiene, mirad, están aquí, detrás de lo que abrazo.

Las formas y los motivos son diferentes, claro. Pero no dejan de ser dos personas adultas que enseñan un cuerpo bonito voluntariamente. Y quien quiera mirar, que mire. No sé a qué viene tanto ruido. Será que no tenemos superado que el sexo es algo natural, que hay belleza en un cuerpo desnudo

Ya va siendo hora, ¿no?


martes, enero 09, 2007

Fernando


Les llevábamos bocadillos a nuestros padres. Ellos pescaban y nosotros les llevábamos los bocadillos que nuestras madres habían preparado para ellos. Yo tenía como mucho 10 años, y él fue mi primera cita. Me lo preguntó de camino a la barra vieja. Porque entonces no había puerto, ni cubos, ni parejas de turistas cogidos de la cintura.
¿Mañana vamos al cine?

domingo, enero 07, 2007

La vida es como una caja de bombones

Oigo risas a lo lejos
que amortiguan la caída.
Son las mismas
que, en mi huida,
me hicieron mirar atrás.
Al otro lado del espejo,
donde al fin la vida es vida,
nunca jamás se me olvida
que tuve con quién llorar.



A medida que pasa el tiempo los problemas van creciendo. O quizá sea solamente que el vaso, ya repleto, rebosa más fácilmente. Lo cierto es que la vida sería mucho más dura sin los hombros en los que me apoyo.

Los anteriores versos los escribí en el 2001. Para A., G., Ch., que me socorrieron cuando necesitaba un salvavidas. Que ahí siguen. Ofreciéndome cobijo cuando llueve y risas cuando hace sol.

Afortunadamente, se van sumando motivos para estar viva. Algunos, desde hace tanto que ya ni me acuerdo. Si., Cr., E., L., H. Otros, desde hace tan poco que asusta el cariño. C., Aq., M., V. Hay algunos que vienen y van, como las olas de mi Cantábrico. M., R. Pero lo importante es que siempre vuelven.

Hay otros que se han ido, y algunos que se van. I. se fue como la crónica de una muerte anunciada, avisando, voluntariamente, oye, que soy ave de paso, sé que te convertirás en una gran mujer, pero no me quedaré para verlo, lo siento, he nacido para estar solo. S. se fue poco a poco, veladamente, con la anestesia del tiempo y la indiferencia de los días, y yo le ayudé a irse, eh, tú, hoy estoy menos que ayer pero más que mañana, vete acostumbrándote, me voy apagando en cómodos plazos, como una canción de amor sonando en un cassette al que le fallan las pilas, pero cuando llegue el final habré faltado tanto que ya no dolerá, no te preocupes. M.J. eligió escapar en el peor de los momentos, porque halló un día nublado cuando quería ir a la playa, así que se fue siendo invitada a irse, porque yo soy mis días buenos y malos, y aunque procuro que los primeros sean más que los segundos, espero que no me cierren la puerta cuando afuera llueve a cántaros y hace frío. J.J. se está yendo, aún vislumbro su silueta, muerte súbita, doble salto mortal en el trampolín, y ¡zas! como el truco de magia del que le hablaba en aquel correo que dice que no escuchó, ahora estoy, y en cuando te despistas, he desaparecido, haces un abanico con los cinco dedos y te das cuentas de que lo que tú creías blanco en un abrir y cerrar de boca se ha convertido en negro, un as de corazones resulta un tres (al menos) de picas, y el deseo se transforma en el dolor de desear que se quede por lo que fue, y el dolor de desear que se vaya también por lo que fue.

A todos, a los que ya estaban, a los que llegaron, a los que se han ido y a los que se van, os deseo que las cosas os vayan bien este año. La vida es una caja de bombones, ¿no, Forrest? A mí me gustan los que llevan una avellana dentro. Pero si no toca, no toca. Nunca sabes qué te vas a encontrar. En eso consiste el juego.

sábado, enero 06, 2007

Día de Reyes

Buenos días. Levántate. Enjuaga tu alma, lava tu conciencia con agua fría a primera hora de la mañana, olvida el ayer. El metro está repleto de gente y vacío de personas. Todos leen. Todos duermen. Alguno vive y mira. Acaba de despertarte el olor a papel húmedo del periódico. Húmedo de lluvia, de sangre, de lágrimas, de olas desbastadoras. Forges imagina a Melchor leyendo cartas de chiquillos que piden paz y a Baltasar preguntándole dónde van a comprar tanta, si apenas queda. Espabílate. Olvida las cuentas corrientes, los seguros de vida, la letra pequeña del contrato. Inventa serenidad con tus manos y mis rodillas. Los carteles publicitarios hablan de la suerte de un Niño y yo hablo de la suerte de los demás, de aquellos que la han perdido en el fondo del océano, entre gritos de soldados, en aulas a las que oscuras manos les añaden jotas para convertirlas en celdas sombrías, en jaulas de barrotes tan rígidos como la indiferencia de los que nunca han dormido bajo el cielo raso, aquellos que a fin de mes descansan tranquilos en colchones de plumas. Reacciona. Salta los muros. Echa a correr antes de que la pasividad te agarre del cuello y te robe el aliento. Huye tan rápido como resistan tus zapatos y tu corazón, que aún pululan por las aceras genocidas laureados, Augustos que nunca han sufrido una semana en el horror de Sierra Leona. Buenos días. O eso dicen. Abre los ojos, aunque no despiertes, y entona cantos paganos por los cadáveres de Beslán, por los fallecidos en Atocha, por quien cada día muere y solloza en tu edificio. Sé, por un día, un muchacho iraquí. Conviértete, por un segundo, en desaparecido argentino. Métete en la piel de algún chiquillo desnutrido en África. Fabrica botas en Ceilán. Siente el pánico en China. Aspira pegamento en una esquina de la barriada. Yo hoy soy Melba y nicaragüense (ella lo entendería, si supiese leer estas palabras), ¿quién eres tú?...

*(Escrito el 1 de enero de 2005) Perdonad que no escriba "en directo", pero necesito tiempo para vivir. Me hace falta.

miércoles, enero 03, 2007

Perdona que ya no te crea...



Guárdate tu lo siento en la cartera
para otra que se venda por excusas.
Ni soy reina de la corte de tus musas
ni la sierva de tus dioses de madera.

Repetías que te irías con cualquiera
al cansarte de los muelles de mi cama.
A tu lado me sentí a ratos dama,
a ratos la peor de las rameras.

Recortaste mi ilusión con las tijeras
de tu tedio vulgar y rutinario;
esperaste a que amainara el temporal.

Me quisiste - dices – a tu manera,
encerraste mi inocencia en tu armario,
me enseñaste (muchas gracias) a olvidar.

Otoño de 1995

Lo importante en la vida no es lo que te pase, sino la capacidad que tengas de afrontarlo con sentido del humor. La mayoría de las veces, lo mejor es esbozar una sonrisa y seguir adelante. En el resto de las ocasiones no es que sea lo mejor, es que es lo único que puedes hacer. Así que, hoy, revolución. Reparto sonrisas, ofrezco besos, vuelo con vosotros... Regalo palabras de optimismo.

La madrugada me sorprende ensayando distintas sonrisas de reencuentro, inventando palabras de amor nunca dichas, comiendo regaliz en la cama. Recorro caminos que no lo son, campo a través, sin que ninguna baldosa amarilla me dicte el recorrido exacto. Me pierdo, te busco, me encuentro encontrándote. Amanezco en tus ojos (o no). Más de lo mismo, sumo y sigo, me llevo dos, apuesto tres besos a la carta más alta. As de corazones, hoy estoy de suerte, salgamos a la calle a provocar a la rutina, a llenar las aceras de nosotros, a bailar con el más feo de la clase. Sonríe aunque llores por dentro, solloza cuando seas feliz. Saltémonos las leyes, durmamos en la cárcel, cambiemos en la plaza manzanas de caramelo por minutos de domingos. Cantemos fuerte y alto himnos de alegría, luchemos contra princesas y salvemos a dragones alados. Porque hoy estoy de suerte, juguémonos a piedra, papel, tijera quién besa primero. Un, dos, tres. He ganado. Te lo he advertido, hoy estoy de suerte. Reguemos las margaritas con almíbar, que se han portado bien y se merecen un postre. Al fin le haré caso a las partes de mi cuerpo, que siempre me piden hacer algo diferente, y soñaré con las manos, amaré con los pies, silbará mi nariz. Porque hoy todo ha cambiado y el azar me mira de frente y me guiña un ojo de complicidad, anunciándome que todo saldrá bien...

martes, enero 02, 2007

Cibercasualidades


¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado pare escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.

(Rayuela, capítulo 1)


Siempre me han llamado la atención los chats. Aún hoy, aunque me haya retirado del juego, me gusta que en un mundo en donde le rendimos culto al cuerpo y la imagen dos personas puedan charlar, simpatizar, debatir, e incluso enamorarse sin tener en cuenta el físico de quien está al otro lado. A mí me sucedió en su día (con I.), y me pareció mágico. La voz y el contenido de las palabras toman una dimensión distinta. Es un estado sin sentido(s), sin tacto, sin olor, sin vista.

Recuerdo que la primera vez que entré en el irc-hispano me pareció un mundo. Miles de canales y miles de personas distintas. Elegí un nick bonito e intenté registrarme. Rayuela. Como el libro de Cortázar, que me encantaba. Llenaba en aquel entonces mis apuntes de la facultad con citas de escritores, sobre todo latinoamericanos. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. El nick estaba ocupado, así que en su lugar lo adorné como pude con mayúsculas y minúsculas y me convertí en _rAyUeLa_. Era mi otro yo. Comencé a entrar en canales que eran como pequeñas habitaciones en las que pasarse a tomar un café y charlar animadamente. La_huida, librepensamiento, mensa, vértigo. Formábamos grupos de “amigos”. Me hice un huequito entre aquella vida absurda y mágica a partes iguales del chat, en la que un 50% de la información que recibes depende de tu propia percepción, muchas veces equivocada.

Era una época difícil para mí. No estaba contenta con la forma en la que estaba llevando mi vida y mis pies me pedían un cambio de rumbo. La decisión de girar en la próxima bifurcación hubiera sido más fácil si no hubiera tenido que dejar andando solo a quien me había acompañado durante 6 años. Comencé a frecuentar los chats con mucha asiduidad. Con toda. Era (soy) una niña asustada jugando a ser una mujer decidida y supongo que el anonimato de Internet da seguridad, te hace menos vulnerable.

Rayuela entró en mi vida con una ventana parpadeando en la barra de mi escritorio, justo en el momento en el que yo necesitaba a alguien que escuchara mis pensamientos en voz alta. De entre todos los canales del irc tuve que entrar en aquel en el que se encontraba la persona que usaba el nick que yo había querido registrar. Después de un Hola hubo charlas, juegos y confidencias. También huidas. Largas temporadas sin saber uno del otro. Vidas distintas. Apareció I., me enamoré. Rayuela cambió de trabajo, de país y de idioma. Después, mi ruptura, y Madrid. Y, no sé cómo ni por qué, cada vez que me he hundido por el final de algo, ha aparecido él, de la nada, como un encuentro casual en el Pont des Arts.

Soy consciente de que el mérito es más del azar que suyo, pero no podía dejar de agradecerle el hacerme sentir La Maga de vez en cuando.

A Miguel, que sólo sabe llegar en invierno, cuando el cielo está nublado...