Puertas

martes, enero 15, 2008
Áspero mundo sin ti
A raíz de la muerte de Ángel González han aparecido varias antiguas entrevistas suyas en los medios de comunicación. He intentado releer alguna y resulta imposible concluir sin que las palabras se tornen borrosas. Porque duele por no estar, como a un viejo tullido le duele la pierna que no tiene. Y así me siento, como si me hubiesen amputado una parte importante de lo que es un trozo de mi vida, la lectura, las palabras, aquello que amo y que me ha formado.
La primera vez que leí un poema de Ángel González fue en el instituto. Estaba preparando la prueba de selectividad y mi profesor de literatura conocía mi afición por el mundo de las letras. Me entregó un libro en la que aparecían varios escritores de la generación de los 50, y cuando hice ademán de abrirlo para echarle un vistazo me paró y me señaló una página en concreto. “Éste, éste es el bueno”, me dijo.
De esto hace casi diez años, y “Me basta así” fue el primero de muchos. Dulce, áspero, inconformista, soñador, Ángel González me enseñó a emocionarme con frases sencillas y contundentes, porque sus poemas son como era él (y duele el “era” como un cuchillo), sin adornos ni aspavientos. Republicano convencido, luchador incansable, fumador hasta el final, y asturiano practicante, Ángel deja un vacío muy difícil de explicar para los que le conocíamos sin conocerle, para los que reescribíamos su “Muerte en el olvido” en los márgenes de las libretas, para los que nunca compartimos con él un café pero sí un cristal a través del que ver la vida.
Sabina llora, Almudena consuela a Susana, Luis se muestra ausente y alejado, pero a mí no me da la gana de creerlo. Este año, en la Semana Negra de Gijón, le buscaré de nuevo entre la gente.
La primera vez que leí un poema de Ángel González fue en el instituto. Estaba preparando la prueba de selectividad y mi profesor de literatura conocía mi afición por el mundo de las letras. Me entregó un libro en la que aparecían varios escritores de la generación de los 50, y cuando hice ademán de abrirlo para echarle un vistazo me paró y me señaló una página en concreto. “Éste, éste es el bueno”, me dijo.
De esto hace casi diez años, y “Me basta así” fue el primero de muchos. Dulce, áspero, inconformista, soñador, Ángel González me enseñó a emocionarme con frases sencillas y contundentes, porque sus poemas son como era él (y duele el “era” como un cuchillo), sin adornos ni aspavientos. Republicano convencido, luchador incansable, fumador hasta el final, y asturiano practicante, Ángel deja un vacío muy difícil de explicar para los que le conocíamos sin conocerle, para los que reescribíamos su “Muerte en el olvido” en los márgenes de las libretas, para los que nunca compartimos con él un café pero sí un cristal a través del que ver la vida.
Sabina llora, Almudena consuela a Susana, Luis se muestra ausente y alejado, pero a mí no me da la gana de creerlo. Este año, en la Semana Negra de Gijón, le buscaré de nuevo entre la gente.
ME BASTA ASÍ
Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces,
si yo fuese Dios,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).
Ángel González
martes, diciembre 18, 2007
CIELO ABIERTO

domingo, septiembre 02, 2007
martes, agosto 28, 2007
Breve Lisboa
"Tenho en mi todos os sonhos do mundo" (Fernando Pessoa)
No estoy acostumbrada a cantar a lo que tengo, a ansiar lo que puedo tocar, a extender la mano y sentir que no me falta nada. Quizá por eso desde que soy feliz no escribo, desde que tengo lo que quiero no dibujo con palabras. Quién sabe. Soy tantas que adivina quién está ahora enfrentándose al Word en blanco. Quizá la que este fin de semana arrastraba los pies de cansancio y sonrisa por las calles empedradas de Lisboa, quizá la que no despegó del Madrid de Mahou y Malasaña, quizá la que nunca salió de un pueblo de pescadores del norte. Lo cierto es que cualquiera de ellas se muere por besarte. Y lo hace. A la orilla del mar en Llanes, un domingo en el Retiro, en la Plaza de España en Sevilla, en el traqueteo del tranvía en Lisboa… Alfama nos arropó en sus brazos mientras nosotros nos deshacíamos en los nuestros a ritmo de fado y guitarra, y mientras la sensación de formar parte de una acuarela golpeándome cada vez más fuerte, Pessoa a mi lado a la entrada del Barrio Alto, la librería Bertrand, los tejados de la ciudad desde el elevador de Santa justa, y tú siempre, siempre, rodeando mi cintura.
No estoy acostumbrada a cantar a lo que tengo, a ansiar lo que puedo tocar, a extender la mano y sentir que no me falta nada. Quizá por eso desde que soy feliz no escribo, desde que tengo lo que quiero no dibujo con palabras. Quién sabe. Soy tantas que adivina quién está ahora enfrentándose al Word en blanco. Quizá la que este fin de semana arrastraba los pies de cansancio y sonrisa por las calles empedradas de Lisboa, quizá la que no despegó del Madrid de Mahou y Malasaña, quizá la que nunca salió de un pueblo de pescadores del norte. Lo cierto es que cualquiera de ellas se muere por besarte. Y lo hace. A la orilla del mar en Llanes, un domingo en el Retiro, en la Plaza de España en Sevilla, en el traqueteo del tranvía en Lisboa… Alfama nos arropó en sus brazos mientras nosotros nos deshacíamos en los nuestros a ritmo de fado y guitarra, y mientras la sensación de formar parte de una acuarela golpeándome cada vez más fuerte, Pessoa a mi lado a la entrada del Barrio Alto, la librería Bertrand, los tejados de la ciudad desde el elevador de Santa justa, y tú siempre, siempre, rodeando mi cintura.
miércoles, mayo 30, 2007
We are heroes
El amor no se agradece, pero quiero darte las gracias por el tiempo en el que hemos estado juntos, y sobre todo por ese otro en el que no, por esperarme, por creer que tenía que ser yo, por materializar esa idea de querer que tenía perdida en mi cabeza, por Granada sin ti y Sevilla contigo, por tu cariño enviado en forma de corcheas diarias, por ser todo lo que había pedido en aquel correo (¿te acuerdas?) como si fuese una carta tardía a los Reyes Magos, tú, amigo, confidente, amante, compañero, milagro. Gracias por la sonrisa amplia que me arrancas cuando apoyo la cabeza en tu hombro, por ser el amor puro y limpio que había soñado, por hacerme mantener la fe en que otro mundo es posible.
David Bowie de fondo y echo en falta en casa tu olor, tu piel paseándose bajo mis dedos, tu forma de cerrar los ojos cuando sonríes, tu saliva uniendo los lunares de mi espalda, la manera en la que me sostienes en el aire, la perfección con la que encaja tu cuerpo entre mis piernas, tu respiración en mi nuca cuando despierto. Una sola noche sin dormir a tu lado y mis manos doloridas de añorarte buscando tu pecho desnudo a tientas, entre sueños, en la inmensidad de una cama que no es más que trozos de madera, metal y tela si no estás.
Y mañana de nuevo vuelves, y contigo el despertar del día, tu cuerpo llenando el mío, mi espalda cubierta de calidez cuando suena el despertador, venga, lo pongo un poco más tarde y quiero quedarme a vivir aquí, en ese preciso instante en el que me desperezo, me froto los ojos, ubico mi existencia y soy consciente de que estás a mi lado y me amas, tú silbando en la ducha y yo siendo feliz respirando tu presencia al otro lado de la puerta, ráfagas de besos en el ascensor, pegarme a ti en la línea 6 como si fuésemos un solo cuerpo. Rutinas que conviertes en hazañas.
Hoy quiero devolverte tu (nuestra) canción. Porque soy una persona normal, en un mundo grande y en ocasiones inhóspito, porque soy una más entre la multitud hasta que tú me ves y el tiempo se detiene para ambos, y sólo existimos nosotros. Y no sólo por un día. Nene, siempre seremos Héroes.